jueves, 27 de octubre de 2016

La muerte de Venus de Luis Racionero.

Ambientada en la Florencia de los Medici del siglo XV, la novela se desarrolla entorno a uno de los grandes pintores de la época, el joven Sandro Botticelli junto a los grandes personajes también históricos como Leonardo Da Vinci, la familia Medicci, la joven musa Simonetta Vespucio, modelo de muchos de los cuadros de Botticelli, entre ellos "El nacimiento de Venus" en la galería Uffizi de Florencia, y que era sobrina o prima (ahora no recuerdo) del comerciante y cosmógrafo Américo Vespucio de quien tan injustamente lleva el continente americano su nombre por cierto, y otros como el inflexible Savonarola y demás personajes de la época.

Luis Racionero ha desarrollado esta novela aportando su gran conocimiento de Florencia y del Quatrocento renacentista. Se ha introducido en el carácter y la personalidad de sus personajes, dándoles a cada uno sus propias posibilidades dentro de esta trama, con una admirable capacidad para inventarse unos hechos, que bien pudieron haber ocurrido en el transcurso de unos acontecimientos, de intrigas palaciegas, desamores, conjuras y contubernios que prometen un final digno de una buena novela histórica.

Aunque he leído alguna crítica por internet en sentido contrario donde la ponen a parir, creo que exageran. A mi me ha gustado y me han dado ganas de volver a Florencia para pasear por sus calles y volver al Duomo.

No me resisto a escribir un fragmento de la obra que me gusta especialmente en un momento en el que Sandro, profundamente absorto por el desamor de Simonetta y en un diálogo en aquel ágora reminiscente de la antigua grecia replica a su interlocutor "No hay filosofía que aguante un dolor de muelas"

Una lectura fácil, profunda y estupenda para todos aquellos enamorados de Florencia y el Renacimiento.



lunes, 19 de septiembre de 2016

Incitación. Un poco de Ortega.

Fragmento de su ensayo "El origen deportivo del Estado":

"La palabra que más sabor de vida tiene para mí y una de las más bonitas del diccionario es la palabra «incitación». Sólo en biología tiene este vocablo sentido. La física la ignora. En la física no es una cosa incitación para otra, sino sólo su causa. Ahora bien: la diferencia entre causa e incitación es que la causa produce sólo un efecto proporcionado a ella. La bola de billar que choca con otra transmite a ésta un impulso, en principio, igual al que ella llevaba: el efecto es en física igual a la causa. Mas cuando el aguijón de la espuela roza apenas el ijar del caballo pura sangre éste da una corveta magnífica, generosamente despro­porcionada con el impulso de la espuela. La espuela no es causa, sino incitación. Al pura sangre le bastan mínimos pretextos para ser exuberantemente incitado, y en él res­ponder a un impulso exterior es más bien dispararse. Las corvetas equinas son, en verdad, una de las imágenes más perfectas de la vida pujante y no menos la testa nerviosa, de ojo inquieto y venas trémulas del caballo de raza. Así debió ser aquel maravilloso animal que se llamó «Incitatus» y Calígula nombró senador romano."






lunes, 29 de agosto de 2016

Vivir en la verdad.

"El hombre que vive sobre un supuesto de ideas y creencias de cuya falsedad está íntimamente convencido, o que al menos sospecha, y que no tiene el ánimo necesario para sentirse perdido, aplazar decisiones y ponerse a realizar esa faena inexorable que es el pensar —inexorable porque cuando es auténtico no admite componendas y sólo se aquieta con la verdad misma—; cuando no tiene ese ánimo, digo, huye de la verdad y la persigue, porque adivina que su mera presencia arruina el irreal fundamento de su vida. Mejor dicho —y esto es lo más grave—,de «su contravida, de su vida como formal inautenticidad, que es el modo de no ser de la vida humana»"

Julián Marías.