sábado, 4 de enero de 2020

Promoción cultural en América. Siglo XVI

Por su interés histórico y porque creo que viene a colación por la bochornosa situación actual de indigencia intelectual de muchos de nuestros políticos y gobernantes y en defensa de la Hispanidad, paso a comentar y transcribir un texto perteneciente a una obra de Jean Dumont, un hispanista francés fallecido ya a finales del siglo pasado y que nos legó importantes estudios históricos bien documentados.  

En su libro "El amanecer de los derechos del hombre" el  autor pone en riguroso análisis la famosa Controversia de Valladolid por la que el mismo emperador Carlos V ordenó la suspensión de todas las conquistas en el Nuevo Mundo el 16 de abril de 1550, con el fin de dilucidar a través de un debate solicitado por el Consejo de Indias, a la sazón el gobierno español en América, la "manera cómo se hicieren estas conquistas, para que justamente y con seguridad de conciencia se hicieren".

Sobre la promoción cultural en América en pleno siglo XVI a la que alude nuestro autor, me place destacar, como estado de la cuestión, algunas de las condiciones creadas en el continente como consecuencia de un proyecto general, por otro lado ya planteado de alguna manera en sus inicios por la gran Isabel la Católica, y que pone de relieve el gran hispanista...

"Los franciscanos, sostenidos y financiados por el rey, habían abierto ya en 1536 el colegio superior de Santa Cruz de Tlatelolco, barrio de México, reservándolo a los indios. Allí aprendían los jóvenes indios latín, retórica, lógica y filosofía, música y medicina. No se olvidaba a las jóvenes indias. En una iniciativa de una modernidad entonces excepcional por comparación con Europa, los mismos franciscanos abrieron a partir de 1529 una serie de colegios para ellas en México, Texcoco, Otumba, Tepepulco, Huejotzingo, Tlaxcala, Cholula y Coyoacán. En cada convento, o pueblo-hospital en Michoacán, o parroquia india había una escuela, y a veces dos. La asistencia era considerable: hasta trescientos y mil alumnos, señala el cronista franciscano de la época, Motolinía. También había grandes escuelas técnicas tanto en México como en Michoacán y Quito. Y en 1551, el mismo año de la Controversia de Valladolid, se abrían dos universidades en pleno funcionamiento: una en México y otra en Lima, abiertas tanto a indios (con becas) como a españoles.
Este conjunto fue animado por los primeros grandes virreyes, entre ellos Antonio de Mendoza, que pasará en 1550 del virreinato de México al de Perú.
Generalmente grandes señores españoles, de una valía intelectual, de organización y moral excepcional, abiertos sin reservas a las demandas de los más humildes, según costumbre peninsular, eran a la vez gobernadores generales, comandantes en jefe, superintendentes de las finanzas y vicepatronos de la Iglesia. Por consiguiente reunían en sus manos todos los poderes como los reyes de los verdaderos reinos. Por lo que se refiere a México, Lesley Byrd Simpson, historiador americano contemporaneo, les juzga así: La capacidad media de los virreyes de México era tan alta que ningún país, en mi opinión, ha tenido mayor fortuna con sus gobernantes. Por lo que se refiere a Perú, Louis Baudin, historiador francés algo menos reciente y especialista en los incas, juzga de modo similar a los administradores españoles: Raras veces han sido regidos los destinos de un pueblo por tan grandes administradores como fueron el presidente La Gasca o el virrey Francisco de Toledo. En consecuencia, como escribe otro historiador americano de nuestros días, Philip Wayne Powell: España gobernó en américa durante más de tres siglos, sin soldados profesionales o fuerzas militares establecidas, excepto en algunas plazas [...] para repeler ataques extranjeros o protegerlas contra ataques indios [exteriores]. Durante este tiempo no hubo rebeliones que indicasen un sensible grado de descontento con el gobierno de la Corona.

Nadie discute esta indianidad y tranquilidad de gobierno de la América española ni la ausencia de descontento entre los indios. Incluso un historiador indigenista tan "avanzado" como el mexicano Gonzalo Aguirre Beltrán escribe que los indios protegidos en el refugio de sus comunidades corporadas, formaban la [inmensa] mayoría, dándose el caso de que la proporción de Indios destribalizados apenas pasaba del 10%; y que al llegar la independencia de los países americanos con respecto a España, a los indios sólo les preocupó conservar el status colonial que les permitía la continuidad cultural.





Referencias del autor:
Lesley Byrd Simpson, Many Mexicos, New York, 1941, principio del capítulo 6.
Louis Boudin, El imperio socialista de los Incas, Satiago de Chile, 1955, p. 337
Philip W Powell, Árbol de odio, MAdrid 1991, pp. 40-41
Gonzalo Aguirre Beltrán, "Los símbolos étnicos de la identidad nacional", Actas del XXXIX Congreso Internacional de Americanistas, Anuario indigenista, vol. XXX, Mexico, 1970, pp. 115 y 119