martes, 17 de marzo de 2009

Sobriedad; Sobriedad material, sobriedad ética; Ramón Menéndez Pidal

[Párrafo de Ramón Menéndez Pidal del primer capítulo de su libro "Los españoles en la historia", escrito, creo, en 1951, libro que, a su vez, es el prólogo a su conocida Historia de España. Un punto de vista interesante: (entre corchetes las notas a pie de página). ¿Qué queda en España de ese español de antes o de ese habitante de la península de antes? ]


"Muchas veces se ha puesto en relación el complejo del carácter español con el suelo habitado. Unamuno insiste en ello: "el espíritu áspero y seco de nuestro pueblo, sin transiciones, sin términos medios, está en conexión intima con el paisaje y el terruño del la altiplanicie central, duro de líneas, desnudo de árboles, de horizonte ilimitado, de luz cegadora, clima extremado, sin tibiezas dulces" [Unamuno, Ensayos, I, Madrid 1916]. Pero tal relación no es válida respecto a cualidades que se dan fuera del paisaje de ambas Castillas. La sobriedad física se halla igualmente en la risueña y fértil Andalucía, y, para mí, la sobriedad es la cualidad básica del carácter español, que no depende de un determinismo geográfico castellano, y es tan general que, partiendo de ella, podemos comprender varias de las otras características que ahora nos importa notar.La más aguda descripción del carácter español en la antiguedad, la del galo
Trogo Pompeyo [Trogo Pompeyo, hisoriador romano del siglo I de origen galo, autor de una Historia Universal (Historiae Philipical), perdida, de la cual se conserva un Epítome hecho en el siglo II por Justino. El libro XLIV y último está dedicado a España] comienza diciendo que el hispano tiene el cuerpo dispuesto para la abstinencia y el trabajo, para la dura y recia sobriedad en todo; dura omnibus et adstricta parsimonia. Y desde Trogo hasta hoy abundan las noticias relativas a cierta austera sencillez, y más aún, cierto chocante descuido que en España revisten varias formas de la vida. Basta recordar que durante los siglos que afluían a la península todos los metales preciosos del Nuevo Mundo, los extranjeros encuentran nuestras casas amuebladas más modestamente que las francesas, las comidas muy parcas, incómodas las aulas universitarias donde los estudiantes tienen que escribir sobre las rodillas, nuestros mesones muy inhospitalarios, la urbanización de Madrid muy deficiente, lo cual tenía preocupado a Felipe II...; un tipo de vida, en fin, poco esmerado en la comodidad. Es decir, que todas las riquezas que ganaban los indianos y las que anualmente traían las flotas del Estado, no eran aplicadas por los españoles al bienestar y regalo de la vida privada ni a la suntuosidad, o, al menos, a suficiente arreglo de la vida urbana. Y el español de hoy puede también contentarse con poco. Continuamente presenciamos ejemplos vulgares en la vida cotidiana donde vemos juntos la sobriedad y el trabajo intenso que ya Trogo emparejaba. El más humilde de esos ejemplos, el segador de nuestros campos, ofrece un asombroso especimen de la dura omnibus et adstricta parsimonia: bajo el calor más sofocante del verano sin otro refresco que el agua tibia del botijo, mal vestido y mal comido, parece carecer de todo menos de conformidad, de alegría y de esfuerzo. Esta inatención a las necesidades materiales, de la cual tratamos, se conforma con la doctrina de Séneca: No es pobre el que tiene poco sino el que ambiciona más, porque las necesidades naturales son muy reducidas, en tanto que las de la vana ambición son inagotables. El español, duro para soportar privaciones, lleva dentro de sí el sustine et abstine, resiste firme y abstente fuerte, norma de la sabiduría que coloca al hombre por cima de toda adversidad; lleva en sí un particular estoicismo instintivo y elemental; es un senequista innato. Por eso el pensamiento filosófico español, en el curso de los siglos, se inspiró siempre en Séneca como en autor propio y predilecto. Mucho le debe, ciertamente, y a la vez también mucho debe Séneca, acendrador del estoicismo, al hecho de haber nacido en familia española. En virtud de este senequismo espontáneo, el español, por lo mismo que soporta con fuerte conformidad toda carencia, puede resistir las codicias y la perturbadora solicitación de los placeres; le rige una fundamental sobriedad de estímulos que le inclina a cierta austeridad ética, bien manifiesta en el estilo general de la vida : habitual sencillez de costumbres, noble dignidad de porte notada aún en las clases más humildes, firmeza en las virtudes familiares. Los móviles más profundamente naturales conservan intacto su vigor en el pueblo hispano, a modo de una integral reserva humana, frente al continuo peligro del desgaste degenerante que amenaza a otros pueblos mas atosigados por los goces y disfrutes de la civilización."

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