viernes, 11 de marzo de 2011

Vicisitudes de las ciencias; Ortega y Gasset

[Fragmento de un artículo, Vicisitudes de las ciencias, escrito por Ortega en Marzo de 1930 y que viene incluido en su libro Meditación de la técnica. Atención al colofón del último párrafo]


" En Galileo, fundador de la física, late una contradicción. Por un lado define maravillosamente la nueva ciencia que entre las manos le nace: "Consiste - dice - en medir todo lo que se puede medir y en conseguir que pueda medirse lo que no se puede medir. " (Ejemplo de esto último, el calor. La física del calor consiste en inventar el termómetro.) Hoy más que nunca la física confirma esa definición bautismal de Galileo y se da cuenta de que no es sino cosmometría. Mas, por otro lado, Galileo cree que la física es matemática; es decir, que los fenómenos naturales se comportan matemáticamente. En todos ellos intervienen como ingredientes el espíritu y el tiempo. Galileo cree a pies juntillas que la espacialidad y la temporalidad de las cosas son el espacio y el tiempo matemáticos, no el espacio y el tiempo métricos.

Ahora bien: esta es una creencia erronea, y es importante advertir que a esa creencia errónea se debe la instauración de la física. Un ejemplo curioso de la providencialidad del error. El hombre, para acertar, necesita poner todo, hasta su ilustre capacidad de equivocarse. Como el caso es, en verdad, ejemplar, permítaseme exponerlo.
La ciencia física, que comienza en el siglo XVI, no se debe a que ciertos hombres, abandonando los razonamientos puros, la especulación de los filósofos, se resolvieran a observar los hechos; como si los antiguos y medievales, que no tuvieron física, no hubiesen observado concienzudamente la naturaleza y no la hubiesen sometido a experiencias. Ni por un momento se presenta Galileo como el hombre del experimento frente a los escolásticos. Todo lo contrario. Contra su ley de inercia son los escolásticos quienes hacen constar la experiencia. Galileo no puede demostrarla por el experimento. Creer que lo característico de las ciencias físicas es la observación o experiencia, en ese vulgar sentido del término, es un padecimiento que hoy sufre solo algún señor Homais, farmacéutico de rincón provincial.

No la observación produjo la física, sino la exigencia de la observación exacta. Y exactitud es un vocablo que sólo tiene sentido propio, auténtico, en matemática. Lo nuevo de la nuova scienza de Galileo fue la introducción formal de la matemática en la observación, la cuantificación radical de los fenómenos por su radical mensuración; por tanto, la experiencia metemática.
Pero esta aplicación que Galileo hace de las leyes matemáticas a los fenómenos físicos hubiera sido imposible si Galileo no hubiese padecido el prejuicio de que los fenómenos físicos obedecen, sin duda alguna, a las leyes matemáticas; por ejemplo, si no hubiese creído de antemano y previamente a toda experiencia que en la naturaleza hay ángulos rectos y que en un triángulo corporal la suma de sus ángulos es igual a dos rectos. Para la física, la cuestión era averiguar a qué otras leyes especiales obedecían los fenómenos materiales, además de obedecer - esto era para él incuestionable - a las leyes geométricas. Por eso dice: "La verdad está escrita en la naturaleza con letras matemáticas" La física trata de leer tales palabras, pero ni siquiera discute el abecedario. Por eso Galileo no se ocupa de hacer experimentos con el fin de demostrar físicamente si hay en la naturaleza ángulos rectos. Quiere ello decir que para la física, hasta hace unos cincuenta años, era una cosa indiscutible y evidente que las leyes geométricas, por sí y a priori, son leyes físicas; que los cuerpos obedecen dócilmente a aquellas. La física, pues, comienza no por experimentar, sino, al revés, por no experimentar, por prejuzgar la docilidad geométrica de la materia.

Imagínese ahora que un físico se dijese radicalmente: "Para mí, como físico, no hay mas realidad que el resultado de mis medidas." Con ello no haría sino insistir en la voluntad de Galileo; pero, más consecuente que él, caería en la cuenta de que entonces la realidad no coincide con la matemática, mejor dicho, que ninguna matemática rige, da leyes a la realidad. Ninguno de los espacios construidos por las puras geometrías es el espacio real de la física. La inercia no es una ley física, por que supone al cuerpo exento de influjos dinámicos, de variaciones apreciables con la medición y, sin embargo, pretende decir lo que pasará a ese cuerpo. En Galileo, la rectilineidad, que es un carácter puramente matemático, se comporta como una fuerza física, y esto no es menos magia que el afán de moverse circularmente, supuesto en los cuerpos por Aristóteles. La materia no tiene preferencias geométricas.

Actitud tal en un físico indica que por un lado no acepta el imperio de la matemática sobre su ciencia. La declara independiente, autónoma. (nota mía: respecto a esto del imperio de unas ciencias sobre otras es interesante leer el artículo desde el principio, pero he pasado de escribir tanto). Física es medir. Acepta el físico este destino de mundimensor. Se contenta con él. Se encierra en él. Por otro lado, no pretende que ese destino suyo reobre sobre la matemática; es decir, no niega - como intentó Helmholtz y el positivismo - la independencia métrica de la matemática, no dice que las leyes matemáticas no valgan para sus objetos imaginarios. Al contrario, cuanto más irreal, menos experimental sea la geometría, mejor le sirve para su faena: le sirve para ordenar sus medidas. La realidad no se compone de letras matemáticas - tal fue el error de Galileo. Lo que pasa es que el físico usa la matemática como un instrumento más para sistematizar sus observaciones.

Esta es la actitud de Einstein. De lo que resulta que hoy, cuando más matemática - y más complicada - se emplea en física, es cuando la matemática tiene menos intervención substantiva por sí en la física. De ser en rigor un principio de la "realidad" física, ha pasado a ser un nuevo instrumento de la "teoría" física, como el nonius y la balanza. No manda sino que obedece.

La instauración de la física se debe, pues, a un error. Si Galileo hubiese contado con medios métricos más precisos y se hubiera encontrado con que la materia no es euclidiana, la física no hubiera podido nacer, porque el hombre de entonces no contaba con una matemática a la altura de tales precisiones de mensuración. Respetemos estas cegueras, que permiten al hombre ver algo. Todo lo que somos positivamente lo somos gracis a alguna limitación. Y este ser limitados, este ser mancos, es lo que se llama destino, vida. Lo que nos falta y nos oprime es lo que nos constituye y nos sostiene. Por tanto aceptemos el destino. "

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